A estas alturas a la mayoría de las personas les suena algo llamado “la regla de las tres erres”. Lo que no es tan conocido es que en esta regla el orden de los factores sí altera el producto.
Si tratamos de disminuir nuestro impacto en cuanto a consumo de bienes y servicios, la principal “R” es precisamente la más olvidada. Reducir debe ser el objetivo principal en nuestras decisiones de compra. No en vano, el mejor residuo es el que no se produce. La reducción en cuanto a consumo de productos y consecuentemente en la generación de residuos es la estrategia más eficiente para disminuir nuestro impacto, nuestra huella ecológica. Podemos reducir evitando consumir productos innecesarios (artículos de un solo uso fáciles de sustituir o evitar) pero también eligiendo entre varias opciones, las que generarán una menor cantidad de residuos (evitando sobre todo el embalaje).
La siguiente “R” en la que tenemos que poner nuestros esfuerzos es en la de reutilizar como forma de mantener el máximo tiempo posible los productos en uso. Cuando los productos ya no nos sirven puede que sigan siendo útiles para otra persona evitando así que acaben prematuramente en la basura.
Y, en tercer lugar, está reciclar, la “R” más conocida y nombrada pero no la más importante. Y más si tenemos en cuenta que lo que hacemos en nuestra casa no es reciclar, sino separar los distintos tipos de residuos para que su reciclaje en las diferentes instalaciones sea lo más fácil posible.
El 17 de mayo, con motivo de la celebración del Día Mundial del Reciclaje, recordemos todas las otras erres que debemos poner en práctica. Y en esto, la educación ambiental tiene un papel fundamental, para explicar que tenemos la posibilidad de repensar, rechazar, reparar, reclamar, redistribuir… y muchas más opciones para contribuir al cambio hacia una economía circular, dejando atrás la economía lineal que acaba con los recursos naturales y llena los vertederos de residuos que podrían haberse utilizado como materias primas para nuevos productos. ¿Hablamos?