Aquello que nos une a técnicos y creativos
Corría el año 2000 cuando un grupo de profesores de la Universidad de València, gestores y ejecutivos, se dieron cuenta de que a la sociedad de consumo -la del todopoderoso bienestar- la acechaban serios problemas. El análisis de datos, la observación de las tendencias imperantes de producción y consumo y el propio desarrollo económico abocaba a la ciudadanía a plantearse cambios, sobre todo ambientales. Así nace Imedes. Una empresa dedicada desde siempre a la mejora sostenible de la vida de las personas.
En una sociedad tan tecnificada como la nuestra en la que las pruebas empíricas y las estadísticas son los valores venerados, emergen casi en paralelo, los valores creativos. Y no solo me refiero a creatividad como expresión artística, sino a una manera de enfrentarse a la vida, a sus oportunidades y sus problemas.
Las corrientes humanistas psicológicas (antecedentes de la psicología positiva actual), relacionan la creatividad con la salud y la reafirmación personal. Recomiendan una “orientación creativa de la personalidad” una actitud fundamental a la hora de encarar retos, un modo de relacionar todos los campos de la experiencia humana. Y luego, evidentemente, está la productividad como capacidad de los equipos para desarrollar su talento y conocimiento y convertirlos en beneficios para la sociedad.
En las diferentes áreas de Imedes creemos en la innovación frente a la rutina, en la actividad frente a la pasividad, en la expresividad frente al silencio, en la resolución de problemas frente al encasillamiento, en ser referencia frente a ser repetición. Todos nosotros y nosotras funcionamos con un motor común, la creatividad. Está comprobado “positivamente” que entre los agentes activadores de la creatividad productiva (como diría mi admirado J.A. Marina) están las emociones y la motivación: el miedo activa y también el entusiasmo. Justo las emociones de la pandemia. Justo nuestro mejor momento creativo.